Es fácil ir por Sevilla y encontrarte con
ese personaje, si. El del bigote y las gafas. En la presentación de un libro.
En un acto homenaje a la Historia. En la entrega de unos merecidos premios. En
la Feria del Libro. En la barra del Portón, donde uno está de circunloquios con
el loco de Juan Ortiz Villalba y te llega un antiguo alumno, de aquellos de los
años 60, de aquella Universidad de la Fábrica de Tabacos, donde se hacían las
cosas como se tienen que hacer (como se tendrían que seguir haciendo) y, además
va el tío y se come las maravillosas avellanas que nos habían puesto mis amigos
del Portón. Sí, de esas que tienen más sal por fuera que por dentro, y sin
decir esta boca es mía va y se las come todas. Y además no acepta ni una
puñetera cervecilla, porque tiene prisa y lleva un portafolios que abulta más
que él. ¡Estilo y figura! Y, además, habla. Siempre tranquilo. No hay que
alterarse. Siempre compañero. Siempre humor. Siempre recuerdos de aquellas
sevillas… De la calle tal, de la plaza cual… “Fulano vivía en…”
Pues voy un día y me vuelvo a encontrar con el susodicho. Bigote, gafas y “al
final de la Palmera”. Y nos ponemos a hablar un poquito.
¡Señoras y señores: Con ustedes ¡Pepote! Don José Rodríguez de la Borbolla y
Camoyán. Un hombre de Sevilla, España y la Humanidad!
Hablamos y salió esto.
– ¿Cómo recuerda la Sevilla de los años
60?
Sevilla, en los 50 y los 60, era una
ciudad encantadora, más pequeña, más a
la medida humana. En cada barrio había una vida propia, con sus tiendas para
todo, sus puestos de calentitos, sus pescaderías por la mañana y freidurías por
la noche, sus panaderías, sus quioscos de tebeos, sus cines de reestreno con su
Sesión Infantil de los domingos, sus billares y futbolines, sus niños jugando
en las calles, sus mujeres malas, sus tranvías, y sus soldados en los jardines
hablándole a las muchachas…Y la radio, con sus “Conozca usted a sus vecinos”, y
sus programas de canciones dedicadas, y el Tío Pepe y su sobrino. Se podría
hacer aquí un “Amarcord”, como la
película de Fellini.
En 1961 mi familia se mudó, desde la
calle Julio César, a vivir al Sector Sur, en Heliópolis, y cuando salíamos para
ir al Centro decíamos: “nos vamos a Sevilla”. Sevilla, para nosotros, era lo
que había de las Rondas para adentro. Bueno, y Triana y San Bernardo, también.
– Con la perspectiva del tiempo ¿Qué ha
sido de toda aquella ilusión invertida en el 4 de diciembre de 1977?
Pues sirvió para hacer que hubiera un
nuevo impulso histórico. Se diga lo que se diga, y a pesar de las estadísticas,
Andalucía es ahora mejor que en 1977.
– Si volviera a ser ahora presidente de
la Junta ¿Qué cambiaría de su época de pastoreo?
Procuraría estar menos pendiente de las
apariencias, de los medios de comunicación y de los creadores de opinión. Lo
que importa, al final, es hacer cosas para la gente.
– ¿Los
puñales de la política matan de verdad?
En democracia, siempre hay vida fuera de
la política y después de la política. Porque la sociedad tiene su vida propia,
y lo que tiene que hacer uno es buscarse su sitio en la vida.
– ¿Cabe la posibilidad de que algún día
los mismos políticos puedan convertirse en los peores enemigos de la
Democracia?
Cabe la posibilidad de que algunos
políticos, por endiosamiento, se acaben creyendo que sólo ellos son
importantes. Pero la Democracia y la Historia, al final, acaban poniendo a cada
uno en su sitio.
– En palabras suyas, los sevillanos
tenemos la gran capacidad de asociarnos y de vivir con las cofradías, las fiestas y las entidades culturales y
recreativas. ¿Por qué la sociedad civil sevillana es entonces tan débil?
Yo no creo que la sociedad sevillana sea
débil. Lo que pasa es que tiene una gran capacidad de ensimismamiento y de
recrearse en su propio pasado. Los sevillanos somos muy dados a “engloriarnos”
con nosotros mismos. Pero somos dinámicos, creativos e innovadores. Esas
virtudes son las que hay que explotar.
– ¿En su opinión, cuales son las claves
de la cultura sevillana?
Sevilla es un crisol de mestizajes
culturales. Todo lo que llega aquí, aquí florece. Podemos ser los mejores en
cualquier ámbito de la Cultura. Lo que hace falta es que se abone
suficientemente el terreno para la eclosión de la creatividad. Aquí, como dijo
el torero: “hay gente p’a tó”. Lo que hay que hacer es ayudarla y fomentarla
– ¿Sigue usando el abanico en los palcos
de los teatros?
Sigo usando el abanico en todos los
ámbitos. La única diferencia es que, hace unos años, lo cogía en mayo y lo
soltaba en septiembre. Y ahora lo cojo en abril y lo suelto en noviembre. ¡El
puñetero cambio climático!
– ¿Qué le pasa al Betis, si es que al
Betis le pasa algo distinto a lo de siempre?
El Betis, en mi opinión, está a las
puertas de un posible tiempo mejor, con posibilidades de que sea duradero. Lo
que vendría bien es que se superaran, civilizadamente y entre todos los
béticos, todas las rémoras y conflictos procedentes del pasado inmediato.
– ¿Qué le va a pedir a los Reyes Magos?
Que se acabe el carbón y que todas las
energías sean renovables, blancas y duraderas. Y que los fundamentalismos de
todo tipo –religiosos, nacionalistas,
económicos, etc.- se vayan al cuerno.
Y seguiremos hablando, porque he
observado, que algunos políticos de entonces siguen teniendo carne y amor al
recuerdo. Y, sobre todo, humor. Hay que desempolvar tantas cosas… Y tirar
“pa´lante” con un abanico abierto que nos renueve el aire.
Pepote: Te encuentro más joven, más “nuevo” (como se dice en los pueblos de
nuestra sierra). Estás viviendo ahora esa vida que, de alguna manera, te
arrebataron los años de tu dedicación sincera y honesta a la política.
Disfrútala y que nos sigamos viendo con la misma frescura y con el mismo
talante con que nos hemos reencontrado. ¡Gracias en nombre de mucha gente!
Joaquín Arbide