sábado, 16 de abril de 2016

Andrés Amorós


 Aunque la realidad cotidiana nos ofrezca, por desgracia, tantos testimonios en contra, no debemos dejar de soñar con esa Sevilla ideal.

Nacido en Valencia en 1941, Doctor en Filología Románica y Catedrático de Lengua y Literatura, ha impartido clases de Literatura Española en la Facultad de Letras de la Universidad Complutense y publicado críticas literarias en importantes revistas. Andrés Amorós ha obtenido, entre otros, los Premios Nacionales de Ensayo y Crítica Literaria, el Fastenrath de la Real Academia Española y el de las Letras Valencianas.

Autor de más de 150 libros entre los que caben destacar: Introducción a la novela contemporánea, Sociología de una novela rosa, 1967; Eugenio d'Ors, crítico literario, 1971; Introducción a la novela hispanoamericana actual, 1971; La novela intelectual de Ramón Pérez de Ayala, 1972; Modernismo y Postmodernismo, 1974; Diario cultural, 1983; Clarín y la Regenta, 1984; Toros y cultura, 1987. Escribió también para teatro una versión de Don Juan Tenorio titulada La Avispa, 1985. En 1999, salió a la luz una edición suya del Quijote, diseñada para todos los públicos, que pretende constituirse en verdadera vulgata. En 1996 hizo su primera incursión en la novela, que se basó en la leyenda de Simeón el Estilita y en 2004, El juego de las parejas, protagonizada por nueve personajes en cuyas vidas la música juega un papel muy importante.

Su proximidad al mundo de los toros, como aficionado  y como erudito en literatura taurina, le han convertido en una referencia en este ámbito. Actualmente es crítico taurino de ABC.

Vinculado siempre al mundo del teatro, en 2000 abandonó la dirección de la Compañía Nacional de Teatro Clásico para encabezar el Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música (INAEM), cargó que abandonó cuatro años después.

Andrés Amorós ha obtenido, entre otros, los Premios Nacionales de Ensayo y Crítica Literaria, el Fastenrath de la Real Academia Española y el de las Letras Valencianas.

Muy vinculado a Sevilla, ha sido Pregonero Taurino de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla y es Académico Correspondiente de la Real Academia Sevillana de Buenas Letras.

Cortés, sensible, modesto y educado siempre es un placer conversar con Andrés Amorós. Hoy aprovechamos para hacerlo de Cervantes y de toros.

¿Qué le gustaría significar de la figura de Miguel de Cervantes en este año conmemorativo de su figura?

Es, sin duda, la mejor novela de la historia: la referencia para todos los que, después de Cervantes, han escrito relatos. A lo largo de los siglos, los españoles se han reconocido a sí mismos leyendo El Quijote. Como Velázquez, es el símbolo de la mejor España, nos enseña a comprender y aceptar la realidad. Lo define Antonio Machado: “Leyendo a Cervantes, me parece entenderlo todo”. No cabe mejor elogio de una obra literaria.


¿Dónde está la magia de El Quijote?

En que es absolutamente nuestro contemporáneo. Se anticipa a muchas técnicas propias de la novela actual: el narrador no fiable. El perspectivismo. El “realismo de almas” (Dámaso Alonso). El tiempo subjetivo (la cueva de Montesinos). La metaliteratura. La voluntaria ambigüedad de una obra abierta: “Todo eso pudiera ser, Sancho... Tú, lector, pues eres prudente, juzga lo que te pareciere, que yo no debo ni puedo decir más”.

Con estas técnicas, Cervantes nos transmite unos valores totalmente vigentes: la libertad (“Libre nací y en libertad me fundo”). El valor heroico (“¿Leoncitos a mí?”). La igualdad de todos (“Nadie es más que otro si no hace más que otro”). La realidad de los sueños. La ética del esfuerzo, no del éxito (“Bien podrán los encantadores quitarme la ventura, pero el esfuerzo y el ánimo, será imposible”). En definitiva, la dignidad, ante la muerte (“Señores, vámonos poco a poco... Ya en los nidos de antaño no hay pájaros hogaño”).


¿Son Don Quijote y Sancho las dos caras del arquetipo sociológico español?

Sí, pero no sólo español sino universal: del ser humano, en general. Y no son contrarios sino complementarios; viajan juntos, dialogan incansablemente, se contagian: como vio Salvador de Madariaga, Don Quijote se sanchifica y Sancho se quijotiza.


¿Cómo es la imagen de Sevilla que se proyecta en la obra de Cervantes?

Muy rica y compleja, como era aquella Sevilla, “gran Babilonia de España”, centro entonces del mundo, y como no podía dejar de percibir  Cervantes:  el Licenciado Vidriera, Cipión y Berganza, Rinconete y Cortadillo, Carrizales y Loaysa, el barroco túmulo del rey.., Por eso me gusta pasear por Sevilla reviviendo, en los azulejos, las huellas cervantinas. Me gusta recordar especialmente una frase: “¡Oh gran Sevilla, Roma triunfante en ánimo y nobleza!”. Para Cervantes, no cabe más alto elogio.

Coincide con Rogelio Reyes en que: “Sevilla no fue uno más entre los lugares que enhebraron la rica biografía del gran escritor sino una referencia angular en su formación literaria y en su visión del mundo”.

Totalmente. Uno de los misterios de Cervantes es la distancia enorme que existe entre los datos biográficos que conocemos y su extraordinaria riqueza interior. Para alguien con una sensibilidad tan fina, tuvo que ser una experiencia decisiva vivir en aquella Sevilla (igual que conocer la Italia del Renacimiento).

En plena temporada taurina, para el gran aficionado Andrés Amorós ¿Qué representa el ciclo de la Real Maestranza?

Cada temporada, la Feria de Abril y la Feria de San Isidro son los dos acontecimientos fundamentales de la Tauromaquia. En la sevillana, predomina la estética, el conocimiento, la sensibilidad; en la madrileña, la exigencia. Las dos son complementarias. Este año, además, vuelven al coso del Baratillo las primeras figuras – reparando un error que habían cometido – y compiten con jóvenes prometedores: eso da lugar a unos carteles muy ilusionantes.


Joselito y Belmonte mano a mano. ¿Qué aportó cada uno a la lidia?

Son las dos máximas figuras y las dos referencias permanentes: algo así como los Platón y Aristóteles de la Tauromaquia. Joselito lleva a la cumbre el toreo clásico, basado en el dominio de los todos los toros y todas las suertes; Belmonte abre la nueva dimensión estética de la Fiesta. Y, por supuesto, igual que Don Quijote y Sancho, los dos se influyen: toreando juntos, Joselito se belmontizó (depuró su arte) y Belmonte se joselitizó (mejoró su técnica). La unión de los dos supondría el ideal de la Tauromaquia.


Manolete y Pepe Luis Vázquez ¿Dónde está la diferencia?

Siendo, los dos, grandes figuras, su arte es totalmente diferente. Manolete representa la voluntad, la seriedad, la verticalidad, la quietud, el estoicismo; Pepe Luis, la inspiración, la gracia, el conocimiento, la sorpresa, la fantasía. Es una tentación considerarlos representantes de dos temperamentos muy distintos, el cordobés y el sevillano. Pero cada uno de los dos admiraba al otro. Se atribuye a Manolete la frase: “Si Pepe Luis quisiera, acababa con todos nosotros...”

¿Se ha perdido la relación entre los intelectuales y los toros?

No del todo pero sí es verdad que, antes, era mayor. Un momento único es el que representan la generación del 27, en Sevilla, con Ignacio Sánchez Mejías... Son figuras irrepetibles. Ahora, también son aficionados, por ejemplo, gentes como Mario Vargas LLosa, Pere Gimferrer, Paco Brines, Antonio Burgos, Albert Boadella, Aquilino Duque... Algunos se apartan ahora de la Fiesta por desconocimiento (España es ya una sociedad urbana, no agraria), por un ecologismo mal entendido o por un prejuicio político: justamente porque, en el mundo entero, se reconoce que la Tauromaquia es una seña de identidad de la cultura española.


Usted tiene un concepto de la Tauromaquia, que quizás fuera bueno conocer en estos confusos tiempos que corren. ¿Cómo es?

Es un arte, busca deleitar al espectador con la belleza, pero con algunas importantes peculiaridades. Como las artes del espectáculo, sucede en vivo, en directo, en un lugar y a una hora determinados, se vive como una experiencia irrepetible: como el teatro (frente al cine) o el concierto en directo (frente a la música grabada). Y algo decisivo: el material que emplea es un animal peligrosísimo y cambiante, a lo largo de la lidia. De ahí el riesgo y la enorme dificultad de un arte que puede unir, en grado sumo, inteligencia y estética, belleza y emoción.


Finalmente ¿Qué es Sevilla para Andrés Amorós?

¡Vaya pregunta! Objetivamente hablando, Sevilla es, sin duda, una de las más hermosas ciudades del mundo entero y una de las que poseen una tradición histórica más admirable. Subjetivamente, es un sentimiento muy difícil de definir: para mí, el “sueño eterno” de una forma de vivir basada en la armonía, la belleza, la gracia, la educación, la finura de espíritu... Aunque la realidad cotidiana nos ofrezca, por desgracia, tantos testimonios en contra, no debemos dejar de soñar con esa Sevilla ideal.