viernes, 2 de octubre de 2015

Carlos Álvarez Nóvoa


Como homenaje a su figura, ofrecemos esta entrevista que mantuvo en su día con Joaquín Arbide 


Álvarez Nóvoa durante la entrevista.
Un largo recorrido que comenzó en La Felguera (Asturias) en 1940 y llegó hasta Palomares del Río, el mundo y la humanidad. Una vida entre el arte, la comunicación y la docencia. Locutor en Radio Oviedo y en La Voz de Madrid; licenciado en Derecho y en Filología Románica; Profesor de instituto; actor de teatro, cine, TV y director de escena. ¿Maestro de mucho? Si. Y, además, oficial de todo. Una carrera coronada con el premio Goya al mejor actor por “Solas” de Benito Zambrano.

Hasta llegar ahí, 42 montajes como director teatral; 34 actuaciones en obras teatrales; 12 en televisión; 16 papeles en largometrajes y 38 en cortos. A todo ello hay que añadir dos novelas, varios cuentos, un libro de viajes, libros de ensayo e investigación sobre teatro y 12 obras dramáticas originales y estrenadas.

Y bien –se preguntarán ustedes-. ¿Y de donde sacaba tiempo para dar clases?
A principios de los 60 ya las daba en la Universidad de Oviedo. En 1971 comienza su peregrinar por institutos de Enseñanza Media: Manacor, Osuna, Constantina, Marchena, Sanlúcar la Mayor, Reims, Coria del Río y Sevilla. Su última etapa como enseñante transcurre en el Instituto del Teatro de Sevilla entre 1990 y 1997.
Sentarse a tomar una cerveza con un entrañable y viejo amigo, como  Carlos Álvarez Nóvoa, es todo un placer. Así estuvimos una mañana en un bar entre Triana y Los Remedios.

“Mis alumnos recordados en general, en conjunto, eran como todos los adolescentes: gente generosa, entusiasta, con ese encanto especial de quien empieza a descubrir la vida y todo le interesa. Me sentí querido por ellos y quise mucho. Entre el año 70 y hasta el 84 –que aún no tenía hijos- creo que, de alguna manera proyecté sobre ellos mi paternidad no disfrutada aún. Y a partir del 84 el cariño de los hijos que tuve, curiosamente, no disminuyó ese afecto sino que lo potenció. Pero no se entienda con esto que les paternalicé. Fui, sobre todo, profesor y, en muchos casos, amigo.

Guardo en mi memoria momentos emocionantes verdaderamente inolvidables. Este me ocurrió en 1982 en el Instituto de Sanlúcar la Mayor, con un alumno que se llamaba Joaquín. Se trataba de hacer un ejercicio de redacción. Propusieron primero los temas y luego votaron. Escogieron el más tópico: el mar. Tenían quince minutos para escribir. Al acabar, quien quiso leyó su redacción. Votaron de nuevo y eligieron la de Joaquín. Contaba que nunca había visto el mar. El premio consistió en llevarlo, junto con dos compañeros de clase a Mazagón. Durante el camino paramos en Moguer para visitar la tumba de Juan Ramón y Zenobia, ante la cual recitamos algunos versos del poeta. Al llegar a la playa, Joaquín se adelantó unos pasos. Estuvo mucho rato quieto, mirando al mar. Por fin se giró hacia mí. Nunca olvidaré aquella mirada que expresaba un infinito asombro, ni su exclamación:

-¡Es redondo!
Con el paso del tiempo, Joaquín, creo recordar, llegó a ser alcalde socialista de Sanlúcar.

Con motivo de representaciones teatrales y de muchos viajes y excursiones, han surgido mil historias hermosas. Alguna tan hermosa como la de haberme encontrado cinco años después de haber sido alumna mía con quien hoy es –y desde hace 23 años- mi mujer y madre de mis dos maravillosos hijos.

Mis clases en los institutos eran serias, participativas y respetuosas. Todos mis alumnos siempre supieron que en mis clases se trabajaba y se exigía; yo les exigía, porque me exigía a mi mismo. Pero nunca, nunca hubo la menor tensión. No perdíamos ni un minuto, pero quizá porque me apasionaba lo que explicaba; por eso, sin esfuerzo, creo que lograba transmitir ese entusiasmo. Y trabajando lo pasábamos bien. Fuera de clase, en actividades extraescolares o tomando una copa, lo pasábamos bien de otra manera.

No conocí a maestros que pegasen a los alumnos, ni alumnos que agrediesen a los profesores. Mi etapa de actividad transcurre entre 1970 y 1997 y, por tanto, no vivo ninguna de las dos épocas. 

Me gustaba montar actividades culturales y lúdicas con los alumnos. Recuerdo las realizadas en el Instituto Vicente Aleixandre de Triana. Montamos la “Historia del hombre que se convirtió en perro” de Osvaldo  Dragún, “Don Álvaro o la fuerza del sino” del Duque de Rivas y “Cada muchuelo a su olivo” de “Tábano”. Los grupos se llamaban “Teatro Estudio Triana” y “Teatro Diversión Triana”. Organizamos una revista hablada con motivo de un fin de curso y dentro de la cual iban las obras citadas y canciones, humor y concursos. Se hizo con los alumnos de segundo de BUP un domingo por la mañana en el gimnasio del instituto.

Los últimos años, del 90 al 97, estuve dando clases en el Instituto del Teatro, un ambiente muy especial. Entre los alumnos que tuve recuerdo a Paz Vega, Paco León o Alex O´Dogherty, entre otros. La alumna más especial que he tenido en toda mi vida es Carmen Dorado, mi mujer...

Precisamente de ese año, último en el que ejerzo como docente, guardo el recuerdo más triste de mi carrera y es el cierre del Instituto el Teatro de Sevilla. Una historia mezquina de quienes propiciaron aquel cierre. Una historia para ser olvidada.”

Y no solo hemos contemplado, o vamos a contemplar, los trabajos  y experiencias dramáticas realizados por profesores con alumnos, sino que hemos descubierto seminarios en los que han trabajado profesores con profesores. Dentro de un proyecto programado por el Centro de Profesores “Cornisa del Aljarafe”, de Castilleja de la Cuesta, estuvieron trabajando durante dos años en un seminario que desarrolló un trabajo de mesa sobre “Luces de Bohemia” que continuó con un segundo nivel dedicado a la preparación del actor, utilizando en este caso el “Tartufo” de Moliere como texto de referencia y que culminó con un trabajo sobre la puesta en escena.

         ...nuestro intento –escribe Carlos Álvarez- ha consistido en preparar un montaje, no pretendiendo ofrecer un espectáculo terminado, sino compartir con un público amigo nuestra última sesión de trabajo, en la que representaremos una versión libre sobre “Sublime decisión”, de Miguel Mihura, adaptada al número y características de los profesores-cursillistas, en el punto al que hemos podido llegar, después de solo quince días de ensayos. En clave de comedia se plantea en esta obra un tema serio: la lucha de la mujer por acceder al mundo laboral con la misma consideración que los varones. Nuestro montaje pretende solo ser una aproximación al trabajo profesional que sirva a quienes han hecho este cursillo como acercamiento a este mundo.
         El montaje estuvo dirigido por Carlos Álvarez Nóvoa.

No hay comentarios :

Publicar un comentario