viernes, 16 de octubre de 2015

Adiós a Emilio Rioja



Nos gastó la última broma de su vida: abandonarnos así por las buenas y sin especial preaviso. Estas cosas solo se le pueden ocurrir a un humorista…
El humorista gráfico, cosa que traducida al “román paladino” significa sencillamente, dibujante de chistes, nos gastó la última broma de su vida: abandonarnos así por las buenas y sin especial preaviso. Estas cosas solo se le pueden ocurrir a un humorista… Quien le conozca, recordara sus dibujos en “Diario 16”, “Hermano Lobo”, “La Codorniz”… Pocos sabrán que le dedicó un tiempo de su vida al teatro y que, con la dirección de quien esto escribe, intervino en dos obras: “Los círculos” de Luis Riaza, que se estrenó en Sevilla y en el Festival de Teatro de Sitges, y en el “Robinsón Crusoe” de Jerome Savarí que estuvo en temporada en el teatro estable de Tabanque en el Pabellón del Uruguay. En el escenario derrochaba el mismo espíritu que luego iría administrando a través de sus chistes. Sonrisa abierta, bien estar, bien hacer y alegría para todos. (Sus malas ideas, malas ideas críticas, se entiende, iban por dentro y afloraban en su momento…)
Hace unos años, en mi libro “Sevilla, llena eres de gracia”, un estudio sobre humor y humoristas sevillanos, le dedique un capítulo que, como homenaje a mi amigo Emilio, reproduzco para todos mis lectores.
Publica sus primeros dibujos sueltos en el “Sevilla”, en “Pueblo” y en “Sur-Oeste”.
Empieza su andadura formal a finales de los 70 en “El Correo…” de donde terminaron echándolo por haber aparecido en las listas electorales del  PSOE.
Llevaba varios meses publicando todos los días, hasta que una tarde fui, como siempre a dejar mi dibujo, y en recepción me dijeron que tenían orden del director de no dejarme pasar. Aquel director venía de Murcia y se llamaba Gómez Carrión.
Luego me encontré en el Laredo con Pedro J. Ramírez y Sánchez Tráver, me ofrecieron el doble de lo que ganaba en “El Correo…” y me fui a “Diario 16”. Y allí estuve todo lo que duró el periódico.
ABC le concedió el Premio Mingote. Esto supuso su lanzamiento a nivel nacional.
Empecé a publicar en “El Jueves”, donde estuve diecinueve años. Luego en “Diez Minutos”, “El Socialista”. Aquí en Sevilla publiqué en “Torneo”, con Federico Villagrán. Fue una época muy bonita. Era la efervescencia… Me encargaron una página semanal. También dibujé para “Personas”, “Interviú”… Y tengo el premio “Paleta de Agromán” y el de la Lotería Nacional.
Desgraciadamente en esta Sevilla hemos tenido, tenemos y tendremos talentos, pero qué trabajito nos cuesta conocerlos y, cuando cuelgan los trastos, cómo se les abandona en el más absoluto y negro de los silencios.
Estuve treinta años publicando y haciendo unos tres dibujos al día. Haz la cuenta…
Calculadora al canto: 30 años a 365 día por año = 10.950 días.
10.950 días por 3 chistes al día = 32.850 chistes.
Y esto sin contar las colaboraciones sueltas y las chapucillas…
…Si. Revistas, portadas de libros… Es que antes acudían a ti. Ahora hay muchos diseñadores…
¿El humor en los sevillanos?
Eso es un mito. Tenemos nuestra forma de hablar, nuestros giros. A lo mejor se habla de una manera en Triana y de otra en la Macarena. ¿Y Lepe? Es un pueblo normal y corriente y de golpe se convierte en un pueblo gracioso. Recuerdo que Garmendia utilizaba el lenguaje del pueblo, su forma de hablar sencilla y el chiste valía para cualquier lugar en el que fuera leído o contado.
¿La chispa?
¿La chispa? No sé. Chumy-Chúmez era vasco y era demoledor. Tenía su chispa. Y la verdad es que Sevilla no ha tenido grandes humoristas. Ha habido buenos cuenta chistes, cachondones. Es una manera distinta de reírse, más espontánea, gritamos más, somos más estentóreos.
¿Sevilla y Cádiz?
No veo la diferencia. A mí no me gustan mucho las chirigotas.
Bueno, mira. Los humoristas somos más bien tristones. Garmendia era tristón. Y Juan Carlos Alonso… Bueno. Nunca salió de ABC.
Yo me acuerdo de Tropezones. Dominaba un sevillanismo tópico. Un día fui a su casa, vivía en los pisos municipales de Heliópolis, y me hizo un dibujo que guardo enmarcado. Dibujaba para el diario “Sevilla”. Mi abuelo los recortaba y los coleccionaba. Reflejaba una España, una Andalucía muy concreta. El gitano que robaba el cochino, el “Oselito” con el sombrero de ala ancha… Tópicos. Ahora eso ya no valdría.
Ahora es que ya todos tenemos los mismos patrones. Estamos en la era de Internet, cada vez somos todos más iguales. La globalización. Cada vez nos diferenciamos menos unos de otros. La coca-cola, el macdonal… Puedes ver un barrio lleno de chabolas, pero al fondo el logotipo de la eme amarilla…
Por eso, cada vez podemos hablar menos de sevillanismo y de humor sevillano. Solo exceptúo lo del habla.
¿Humor e inteligencia?
Si, si. La sátira, la mordacidad, el sacarle punta a las cosas, la ironía… Es el destape de la mala leche. Los humoristas en general tienen un sentimiento trágico de la vida y se les escapa todo por ahí, por el ejercicio del humor. ¿No es la catarsis? Lo trágico se convierte en humor.
Hay que diferenciar muy bien entre contar chistes y dibujar chistes. Humoristas gráficos no hay. No. No hay. Es que en Sevilla nos hemos tirado muchos años solos Garmendia y yo. Juan Carlos… No lo veía yo como humorista. Era como una mala derivación de Mingote. Me acuerdo de Summers, pero era de Huelva… A su entierro fuimos Madrigal, Máximo y yo, nadie más de la profesión.
Lo que fue importante es ser de Sevilla y desembarcar en Madrid, en “El Jueves”, por ejemplo. Y es que aquí no había editorial importante. Yo intenté sacar una revista, “Humor Andaluz”. Sacamos un número y ya está. Ahí estuvo Josele, pero nos faltaba gente. Es que, en el fondo, es muy difícil hacer el humor. La gente se cree que es cosa fácil, pero no. El humorista puede nacer, pero también se hace. Hay que observar, se te enciende una lucecita y…
Verás, te cuento. Yo nací en Triana, en la calle Pagés del Corro, frente al cine Avenida de Verano. Junto a mi casa había un colegio de monjas, donde hay unos comedores sociales. Pues yo iba a ese colegio. Y había una monja muy bajita que se parecía mucho a otra monja que salía en la película “Amarcord” de Fellini… ¡Que película aquella! La de recuerdos de niñez que encierra… Es mi película favorita. Bien, sigo. Aquella monja chiquitilla me hacía siempre un dibujo en la primera página de cada cuaderno que estrenaba. Y a mí me gustaban mucho aquellos dibujos. Estaba deseando estrenar cuaderno para que la monja me hiciera otro dibujo. Pues estoy convencido de que aquellos dibujos fueron los que levantaron en mi la afición a pintar, a hacer otros dibujos… Le guardo un buen recuerdo a aquella monja. Y de mayor he seguido viendo a esta monja, hasta que murió. A mi mujer no le cabía en la cabeza.
También me influyeron mucho las láminas de Freixas. Pero al final, como los niños de Triana, a la Cerámica Santa Ana, a pintar. Y a mí me pusieron a pintar carteras. Esas que se vendían en Casa Rubio y que se veía un torero… Primero te ponían el modelo, lo hacías un montón de veces, hasta que, cuando te salía bien, te daban las carteras y a pintarlas… Y de ahí a Artes y Oficios que estaba en la calle Antillano Campos. De allí salieron buenos pintores.
Los chistes son algo así como la asignatura pendiente.
Es que contar chistes es muy difícil. Hay que ser un poco actor. Yo, que he sido actor contigo, me cuesta trabajo contar un chiste delante de alguien desconocido. Pero el chiste es algo muy importante. Contarlo y provocar la risa es crear un momento de felicidad. A mí me decía un periodista que se llamaba Barbadillo, que los dibujantes de chistes éramos los payasos de la prensa. Y lo decía con el doble sentido…
Yo estuve malo una temporada muy larga y, recuerdo, que Garmendia me quiso quitar mi sitio… Y tuve que hablar con Paco Rosell, que entonces dirigía “Diario 16” y me tranquilizó. Antonio era culo de mal asiento. Cuando le daba la pájara, como él decía, dejaba lo que fuese y se marchaba a otro lado. Pero yo le recomendé para el semanal que se iba a publicar. Y él me preguntaba:
-¿Paco Rosell está bizcochable?
Y publicó.
Yo ahora no dibujo, pero me hubiera gustado dibujar para “El País”, pero eso es imposible. Me llamaron de “La Razón”, pero yo tengo para comer… No hay revistas de humor. “El Jueves” terminó como una cosa de niños. Perdió toda la fuerza que llegó a tener.
También dibujé en una revista militar mientras hacía la mili. Cuando fui a recoger la cartilla porque me licenciaba, el que fuera me preguntó el por qué de aquellos pelos que llevaba y le dije que era periodista. Me arreó una bofetada y me dijo que me pelara como un hombre…

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